miércoles, 28 de octubre de 2009



Al hablar de prostitución, se sobreentiende que la persona que la ejerce no aplica más criterio en la elección del cliente que el de recibir el pago correspondiente, es decir, que no existe ningún tipo de emoción ni relación afectiva. De modo que, en un sentido más genérico y coloquial de la palabra, se dice también que se prostituye, por extensión, cualquier persona que "vende" sus servicios profesionales (no sexuales) por una causa que no le importa o incluso que considera indigna, con el único aliciente de recibir un pago.
Otras formas de prostitución

A veces se usa el término prostitución en el sentido mucho más amplio de mantener relaciones sexuales con un fin distinto de la reproducción o el placer de una de las partes, incluyendo formas (principalmente históricas) de prostitución religiosa, en las que se practica sexo en cumplimiento de preceptos religiosos específicos. La llamada «prostitución religiosa» desapareció paulatinamente del mundo occidental durante el Imperio Romano, aunque ha seguido practicándose en otras culturas hasta fecha reciente, y ha visto un repunte con la aparición de religiones alternativas en occidente.

También entrarían en esta definición mas genérica el uso del sexo como forma de espionaje, y los casos de hombres y mujeres manteniendo relaciones con personas famosas a fin de vender la historia a la prensa del corazón a cambio de fama y/o dinero. En estos dos casos se usa la equiparación con la prostitución con un ánimo evidentemente peyorativo.
Prostitución masculina
Artículo principal: Prostitución masculina

Aunque la mayoría de las prostitutas son mujeres que ofrecen sus servicios a hombres, también existen prostitutos, que ofrecen sus servicios principalmente a hombres, o a mujeres en menor proporción (por lo general sólo a unos o a otros, pero no a ambos, ni de manera simultánea ni tampoco indistinta).
Prostitución y delincuencia

La prostitución es hoy día una práctica ilegal en muchos países, propia de ambientes marginales y relacionada con otras formas de delincuencia. Muchas mujeres y niños son obligados a ejercerla por parte de individuos o bandas criminales organizadas, hasta el punto de que las Naciones Unidas, ya en 1949, promovieron una convención para el control de la prostitución y la lucha contra el tráfico de personas esclavizadas generado a su alrededor.[2]
Condiciones laborales

En algunos países, principalmente del norte de Europa (Holanda y Alemania), la prostitución es un oficio regulado en el que sus trabajadores y trabajadoras pagan sus impuestos y no arrastran una imagen social tan degradada (éste es el llamado «modelo pro regulación»; sus partidarios consideran a las personas que ejercen la prostitución un tipo más de trabajador sexual). Sin embargo, en otros países del mismo entorno, como Suecia, se ha optado por permitir la prostitución penalizando el consumo, es decir, a los clientes (el llamado «modelo abolicionista»): allí, la prostitución se considera una forma de violencia contra las mujeres, y se penaliza a los hombres que las explotan al comprar sus servicios sexuales; en la mayor parte de los casos, las prostitutas son víctimas que requieren ayuda, y se intenta educar al público, pues se considera que la igualdad en el trato hacia ambos géneros (femenino y masculino) continuará siendo inalcanzable mientras haya hombres que compren, vendan y exploten a mujeres, niñas y niños, prostituyéndolos.[3]

La figura de la prostituta está también estrechamente ligada a la del proxeneta, persona que recibe un porcentaje de los beneficios conseguidos por la misma. En principio el proxeneta recibe ese dinero como pago por un servicio, habitualmente el de actuar como mediador entre la prostituta y el cliente, proveer la habitación o lugar donde tiene lugar el servicio sexual, etc. Sin embargo, cuanto más marginal es el tipo de prostitución, más se convierte el proxeneta en un mero extorsionador, que en su grado más bajo retiene a las prostitutas bajo su control mediante amenazas y abusos que llegan a la violencia física (secuestros). Esta situación es más habitual (y prácticamente la norma) en países donde la prostitución es ilegal. Sin embargo, la legalización no es suficiente garantía para evitar este tipo de abusos; en países europeos donde la prostitución es legal, como España, las fuerzas de seguridad detectan e intervienen de manera periódica en locales en los que se retiene a mujeres por la fuerza, obligándolas a prostituirse víctimas de redes de trata de blancas.[4]
Etimología

El término «prostitución» proviene del latín prostitutio, que tiene el mismo significado que el actual y que a su vez proviene de otro término latino, prostituere, que significa literalmente ‘exhibir para la venta’.
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Una versión ampliamente extendida sobre el orígen del término, aunque incorrecta, afirma que el término «puta» viene del verbo latino putare, ‘pensar’. Se argumenta que, con la progresiva conquista romana de las antiguas zonas griegas, aumentó la cantidad de esclavos y esclavas de dicho pueblo. Al ver los romanos que las mujeres (a las que al parecer usaban mayoritariamente como prostitutas) eran conocedoras de la ciencia y la política, las calificaron como pensadoras o, en latín, putas. Aunque no deja de tener cierto encanto, esta versión contradice la propia historia de Roma, que no sometió a las ciudades-estado griegas a una conquista súbita, sino a una progresiva absorción.

Por otra parte, aunque en la Grecia clásica las hetairas tenían gran preeminencia, en general el papel de la mujer en la cultura griega era muy secundario. Además, prostitutio y putare no tienen raíces comunes.

Puta, como equivalente de «prostituta», se debe tan sólo a una contracción vulgar del término original. Curiosamente existía en el panteón romano una diosa menor de la agricultura llamada Puta, aunque es pura coincidencia. En este contexto, «puta» es un vulgarismo relativamente moderno, desconocido para los romanos.
Terminología

A lo largo de la historia ha existido una gran cantidad de términos tanto para referirse a la prostitución como a las personas que la practican, a los clientes, a los lugares y a las actividades relacionadas. Los distintos países de habla hispana usan distintos términos coloquiales como sinónimo de prostituta, con mayor o menor carga negativa, existiendo una gran cantidad de términos en cada variante dialectal del español, algunos empleados históricamente, y otros aún en uso.

El término coloquial más extendido en los paises de habla hispana para referirse a una prostituta es puta, palabra que conlleva una fuerte connotación despectiva. De hecho, y debido a que suele emplearse como insulto, su uso ha sobrepasado el de la descripción de una profesión, y en muchos paises se usa para adjetivar de forma grosera otro elemento, al estilo del término inglés fucking.

Otros términos actuales o históricos para referirse a las prostitutas de sexo femenino son "dama de compañía", "cortesana", meretriz, cuero, loba...

El término «loba» como equivalencia de «prostituta» viene de los ritos producidos en febrero en honor al dios Fauno Luperco. Eran llamadas lobas u originalmente lupas las que ejercían la prostitución sagrada con los sacerdotes de este dios, los luperci, en el Ara Máxima. De aquí deriva también «lupanar», que se emplea para referirse al prostíbulo (burdel o «casa de citas», es decir, el sitio al que llegan el cliente a pagar por los servicios de una prostituta).


En el caso de los hombres se les puede denominar «prostituto», «chichifo», «chulo» o «gigoló». En España el término «puto», aunque inusual, mantiene su significado original de «prostituto masculino», pero en Iberoamérica se usa normalmente para referirse en sentido homofóbico a cualquier varón homosexual,[5] no necesariamente al varón que presta servicios sexuales a cambio de dinero. En España se usa también la palabra chapero para describir al prostituto joven y gay.


Prostitución infantil

La prostitución infantil es uno de los hechos que más alarma a la población, ya que durante las últimas décadas se han dado miles de casos de prostitución infantil. La prostitución de menores es endémica en muchos países de renta baja que se han convertido en destino preferente del turismo sexual.

Cuando un individuo busca mantener relaciones sexuales con niños o niñas y no quiere correr el riesgo de ser denunciado, tiene una segunda opción: acudir a la prostitución de menores. Esto sólo si dispone de dinero suficiente como para permitírselo. Por otro lado, se encontrará con la dificultad de encontrar un individuo o club que se lo facilite, pues la prostitución infantil se esconde mucho más que la prostitución de adultos. Pero una vez salvados estos dos obstáculos, cualquier individuo puede convertir en realidad sus fantasías con una niña o un niño, esclavizado y obligado a ser un objeto para el uso sexual. Dicha prostitución nunca es voluntaria y va acompañada del miedo, al hambre, las drogas y multitud de circunstancias más, que pueden convertir la existencia tanto de un menor como de un adulto en un auténtico infierno que siempre sobrepasará nuestra imaginación.

En España son desarticuladas redes de corrupción de menores todos los años, a quienes además se les incautan miles de fotografías y vídeos de menores, que serán vendidas de particular a particular o mediante catálogo y casi siempre en países distintos al de procedencia para evitar su posible identificación.

A principios de 1996 el Director General de Protección Jurídica del Menor del Ministerio de Asuntos Sociales reconocían ante los medios de comunicación la existencia en España, de mafias dedicadas al tráfico de menores. Además de niños y niñas españoles, en la Península se compran y venden fundamentalmente menores portugueses, dominicanos, marroquíes y procedentes de países del Este de Europa.

Para tomar conciencia real de esta situación conviene que reproduzcamos el modus operandi de muchos de estos grupos de proxenetas y pederastas.[cita requerida]

* La captación y el rapto. ¿De dónde salen las niñas y niños explotados en la prostitución? Fundamentalmente se obtienen de los cinturones periféricos y las zonas marginales de las grandes ciudades, como Madrid, Barcelona, Bilbao, etc.; de las salidas de grandes y medianas discotecas, o de los menores escapados de sus casas.

* En los cinturones industriales de las grandes ciudades es donde suelen trabajar las alcahuetas dedicadas a localizar posibles víctimas. Normalmente se trata de prostitutas o exprostitutas que con frecuencia dependen de una dosis de heroína. Se aprovechan de las privaciones económicas de las menores y les ofrecen algún trabajo o ayuda económica, normalmente a través de un bar, un espectáculo o un grupo de baile. Una vez que logran ganarse su confianza, les llevan a un establecimiento de la red donde caen en manos del proxeneta.

* Dentro de las discotecas o a la salida de las mismas, trabajan algunos ganchos de estas redes. Pueden actuar de dos formas distintas: mediante un "chulo de discoteca" o "guaperas", que seduce a alguna menor para después ofrecerse a llevarla a casa o a otro local, o mediante otra menor obligada a "captar" amigas bajo amenaza de muerte o violación. En ambos casos, los ganchos deben ganarse la confianza de las menores y llevárselas hasta un piso o club de la red o, en último caso, introducirlas en el coche del proxeneta.

* Los menores que se escapan de casa pueden también terminar en una de estas organizaciones. Según los datos manejados por la Guardia Civil, desde 1992 el número de denuncias por desaparición se ha multiplicado por seis. En los dos últimos años se han acumulado casi 600 casos de menores desaparecidos que continúan en paradero desconocido. El 10% tiene menos de 10 años. Estos casos sumados a los registrados desde 1986 y no resueltos, suponen varios miles de niños y niñas desaparecidos.



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